¿Y los hombres? Masculinidades y hombres en el corazón de las políticas de igualdad (Parte II)

Centre de Masculinitats de el Ajuntament de Barcelona

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Jara Cosculluela Melguizo

Activista feminista, fundadora de AKAFEM y experta en Políticas Públicas


Enlace a Parte I

Ámbitos de actuación preferentes y un debate pendiente

Los cuidados son uno de los campos que tanto Bakea Alonso como Laura Pérez Castaño identifican como prioritarios para la acción. La experta vasca, de hecho, considera que “la política pública por excelencia específica para los hombres ha sido la ampliación del permiso de paternidad” y, aunque reconoce que nuestro país no es especialmente pionero en este sentido, sí que cree que “ha hecho grandes avances en los últimos años en este terreno”. Pérez Castaño cree que este campo muestra “una de las desigualdades más estructurales que afectan a las mujeres” y  si bien se “ha abordado mucho desde la crianza con la paternidad responsable” , en cambio, advierte la orfandad de “la dependencia, de las personas mayores”. Es en el ámbito de los cuidados “donde radica una de las desigualdades más profundas y le deberíamos dedicar más tiempo y recursos desde la política de masculinidades”. Alonso añade otro ámbito de prioridad, el de la violencia machista, refiriendo que “en todos los países hay programas para trabajar con maltratadores, aunque la eficacia de estos programas siempre está en duda”, pero, sin embargo, “queda mucho por hacer en el terreno de la prevención en violencia de género”. La idea pasaría “no sólo sería hacer prevención dirigida a ellos, sino hacerles partícipes para que se impliquen en dicha prevención”. 

La educación es situada por Pérez Castaño y Gómez Beltrán como otro ámbito urgente porque “es donde vamos a encontrar un consenso mayoritario” en profesorado y comunidad educativa, aunque a día de hoy adolezcan de educación sexual, explica la regidora, añadiendo que es en este ámbito también “donde podremos abordar el poder, el impacto de la masculinidad tóxica hegemónica en los más jóvenes y desde edades tempranas”. Para Gómez Beltrán “todas las etapas” serían objeto de intervención, porque no se puede “abordar la masculinidad desde la urgencia”, en la “adolescencia”, cuando “ya tenemos resistencias y el abordaje de la masculinidad ya es casi una tirita que poner”. Aquí Josetxu Riviere advierte que, “aunque la infancia y juventud” son importantes, para él hay que mirar a la adultez y, en concreto, “a los hombres -y mujeres- que tienen influencia”, por lo que las políticas de igualdad “tendrían que ir a cambiar a los hombres con poder que están en las empresas, en la economía, en las policías, la judicatura, etc.”, ya que “son quienes construyen el mundo donde se miran los jóvenes y de cogen sus referencias”, por lo que “derivarlo todo a la educación sin cambiar las estructuras sobre las que ellos y ellas están viendo que podría ir su camino, me parece que no es hacerlo bien del todo”. 
Una de las bases que deberían guiar las políticas de hombres y de masculinidades, además, de la matriz feminista, son los estudios sobre masculinidades, que ya no son tan nuevos y, desde luego, no son homogéneos y prueba de ello es que enfrentan debates y posiciones variadas, como por ejemplo aquel “«viejo» dilema”, como lo denomina Alonso, entre el enfoque de los riesgos y costes de la masculinidad para los hombres y el del señalamiento y visibilización de los privilegios que ostentan o, más allá, cómo se pueden relacionar privilegios y costes en el marco de las políticas públicas sobre hombres y masculinidades para que estas sean eficaces. Es decir, continua Alonso, “si debemos poner más el foco en los costes que tiene para los hombres el ejercicio de una determinada concepción de lo que significa ser hombre (fuerte, independiente, valiente, agresivo, insensible, etc..)” y que provocaría “que, por ejemplo, el 90% de la población reclusa sea masculina o que los accidentes de tráficos sean mayoritariamente protagonizados por hombres” o, por otro lado, “si ponemos más la mirada en todos los privilegios que tienen los hombres en un sistema patriarcal y los beneficios”, algo que la pionera de estudios de masculinidades, Raewyn Connell “llamó “los dividendos patriarcales, que reciben de este sistema de desigualdad social”. Para la experta, “si nos vamos al terreno de la intervención social, habrá que tener en cuenta ambas realidades” siendo “los costes como una especie de Cara B de los privilegios” y que podría resumirse en la frase del “historiador francés Ivan Jablonka: “la masculinidad de dominación da ganancias, pero también se paga”. Riviere apuesta también por esta combinación de “ambos polos” como forma de deshacer el nudo, pero, sobre todo, no cree posible “avanzar hoy si no se contemplan los efectos que la masculinidad más tradicional tiene en los hombres y en su entorno”. Ni tampoco desde una perspectiva que entienda a los hombres como un conjunto de “señoritos pequeño-burgueses, ricos, encantados con sus privilegios, y que no tienen dudas ni situaciones diversas”, es decir, que desoiga “el sentir de los hombres, qué les pasa” sin “analizar cuáles son los malestares” –aunque él reconoce que en lugar de este término, prefiere hablar de “problemas de género”- y entender que  “si bien el género afecta a todo el mundo, no afecta de la misma manera ni siquiera a todos los hombres”. Una prueba de ello, prosigue, son “las consecuencias” que pueden verse “en las cifras, y que son importantes: suicidios, accidentes, consumos, etc. que hacen que las vidas de esos hombres sean más infelices, aunque en principio podamos pensar que están en mejore situaciones, hay que ver lo concreto”. Para Pérez Castaño llegar a los hombres tiene que ser “de manera voluntaria”, encontrando “muy poco estratégico el trabajo exclusivamente a través de mostrar los privilegios sería “muy poco estratégico”, apostando por “generar espacios donde los hombres ya se mueven, interpelando a la realidad y a lo cotidiano”. Más bien cree -y así explica que están probando en el Centro Plural de Barcelona que la dirección “es justamente, a través de la creación, la reflexión colectiva y la sensibilización” y del enfoque de los costes que permitiría trabajar con “los limites le supone a la libertad de los hombres el tener que lidiar y rendir cuentas a la masculinidad y cómo esta impacta en la vida de uno”.