¿Dónde andará la economía del sostenimiento de la vida?

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Ilustración de portada Fuente: Capire

Nieves Salobral Martín

Activista feminista, filósofa y fundadora de AKAFEM


El VIII congreso estatal de economía feminista se celebró en Barcelona el pasado marzo en modo presencial (por fin!) y, como no podía ser de otra manera después de la pandemia, también hubo opción virtual para ampliar el enlace con otras compañeras y territorios, todo ello gracias a la extraordinaria organización de los comités y equipos de coordinación de los ejes. En este congreso el tema vertebrador fue La digitalización de la economía y la vida . A pesar de la buena participación, alrededor de 500 personas, y las oportunidades digitales, hago notar la ausencia de queridas compañeras del movimiento feminista, convencidas de la capacidad comprensiva y movilizadora de la economía feminista.  

Como activista feminista me interpela también la cuestión de este artículo, sobre todo rememorando el estado económico global que se abordó desde la plenaria inicial del congreso. Vivimos una realidad de crisis que, como destacaba la presentadora de la primera mesas Astrid Ajenjo, entraña tensiones geopolíticas, guerras y conflictos de todo tipo. Múltiples crisis se enmarcan en un colapso ecológico, donde la energética es el telón de fondo de otra crisis de la propia globalización y el factor tecnológico se erige en campo de batalla económico. 

Foto: Sergi Panizo Fuente: web del congreso de economía Feminista

Esta primera mesa comenzó con la intervención de Flora Partenio (integrante de la Red de Feministas del Sur Global DAWN de Argentina) que ilustró la situación a través de la disputa capitalista en Argentina, Bolivia y Chile por el litio, metal imprescindible para el desarrollo de la economía digital. Continuó Tiziana Terranova (profesora de la Universidad de Nápoles) que criticó la tendencia solucionista actual de la tecnología digital. Y Yayo Herrero (profesora y activista ecofeminista) que centró las causas del colapso ecológico, por un lado, en la translimitación biofísica del planeta por los modelos de consumo capitalistas, que genera alteraciones como el cambio climático, cambio del ciclo del agua, etc.; y, por otro, en la intensificación extractivista derivada del declive de la energía y los minerales precisos para fabricar, entre otros productos, dispositivos digitales. Tanto Herrero como Partenio recordaron que dicha intensificación está generando una explotación infrahumana, guerras, y la resistencia de las comunidades para mantener sus vidas en los territorios.

Una de las expresiones más visibles de estas crisis en el Norte global es la espiral inflacionaria actual, que está incrementando la asfixia económica y la desigualdad, solidificando la crisis de reproducción social y de cuidados, que ya denunciamos en 2008 después de la estafa financiera. Rafaela Pimentel (portavoz del colectivo de trabajadoras del hogar y de cuidados del colectivo Territorio Doméstico), en esa misma mesa, expuso el recrudecimiento de la crisis de cuidados, latente en los hogares por la división sexual del trabajo y en conflicto por la explotación en el ámbito laboral.

Pimentel recalcó que los hombres obvian su responsabilidad en los cuidados y que las mujeres se hacen cargo de los mismos en condiciones muy complicadas. Los cuidados en el Norte global mantienen amortiguada su crisis en los hogares, generando no sólo desigualdades socioeconómicas a las mujeres de las familias, sino problemas de salud mental y física graves, como también a quienes están empleadas en condiciones de sobreexplotación y precariedad. El caso paradigmático que examinó esta activista del empleo de hogar fue el de las agencias de colocación, que se han conformado en plataformas digitales, cambio que no ha servido para mejorar la realidad laboral de las personas empleadas ni, por supuesto, la calidad del cuidado. 

Foto: Sergi Panizo Fuente: web del congreso de economía Feminista

Cualquiera de estas intervenciones enunciaba un durísimo panorama económico y en el congreso había feministas asociadas también a otros espacios activistas y/o laborales: académicas, técnicas de políticas públicas y de cooperación, de la soberanía alimentaria y de la tecnología digital, trabajadoras del hogar, integrantes de la economía social y solidaria, e incluso alguna partícipe, como quien escribe este artículo, de una red feminista de las ciudades del cambio o municipalistas. De hecho, la celebración del congreso fue apoyada por el Ayuntamiento de Barcelona e inaugurada por la Alcaldesa en ese momento, Ada Colau. Disculpas si he olvidado algunos perfiles, porque el interés es reflexionar sobre los motivos de la ausencia del movimiento feminista

Foto: Sergi Panizo Fuente: web del congreso de economía Feminista

Hace unos años, en ese punto de inflexión que fue el 15M, el feminismo tomó el pulso a la economía hegemónica para analizar la cara escandalosa de un sistema que prefería rescatar a los bancos antes que a la gente desahuciada de sus hogares. La economía y el movimiento feminista de la mano revelaban la crudeza de la crisis civilizatoria: la crisis ecológica, la crisis de reproducción y la crisis de cuidados. A través de sus diferentes expresiones y sus luchas colectivas las feministas trenzamos redes con empleadas de hogar, con colectivos de vivienda, con grupos y entidades de economía social y solidaria transformadora, con sindicatos e incluso con partidos políticos para hacernos preguntas como: ¿qué conceptos alumbraba la economía del sostenimiento de la vida?; ¿en qué medida compartíamos el significado de vulnerabilidad o precariedad en el feminismo?; ¿cómo se anudan nuestras servidumbres subjetivas a las exigencias estructurales de esa cosa escandalosa?; ¿cuáles eran nuestras responsabilidades asimétricas?

Después la economía y el movimiento empujaron a los gobiernos del cambio en muchas ciudades y municipios, e incluso posteriormente en la política estatal, para que se implementaran políticas feministas. Algunas medidas surgieron con aspiraciones de transformar la ciudad a través de acciones urbanísticas que facilitaran los cuidados en el espacio público, o para evidenciar la explotación descomunal y la ausencia de derechos en el empleo de hogar. Años más tarde, el gobierno estatal asumía, por ejemplo, la ratificación del convenio 189 de la OIT. Sin embargo, con el cambio de aires políticos en los gobiernos de casi todas las ciudades no solo se bloquearon las políticas públicas feministas, también se revertieron sus incipientes cambios.

Si el feminismo es ya imparable, como se ha podido observar en los últimos 8M, y no queremos perder la mirada económica, reflexionemos por qué la economía del sostenimiento de la vida ha ido desapareciendo del movimiento, en los congresos o en el municipalismo. Tomamos impulso en la lucha contra las violencias machistas, para rememorar la acción feminista en el 15M, o intentar parar el horror del ataque contra la población de Gaza, y con todo ello, podemos compartir colectivamente la mirada del sostenimiento de las vidas frente al despojo y la precariedad biocidas, en congresos o en las calles. 

Pensemos resistencias con el sur global por el expolio, también con las luchas de la sanidad pública donde muchas médicas de familia están totalmente desbordadas, en Madrid apenas cubren las plazas de pediatras y las listas de espera crecen en todas las especialidades. Sin olvidar la cara durísima de la inflación con el disparado aumento del precio de los alimentos en todo el estado, de la subida de agua y basuras en Zaragoza, o de las hipotecas y los alquileres en muchas ciudades como Madrid o Barcelona. Y qué decir sobre el cuidado en las residencias, denunciadas dolorosamente en un pleno de San Sebastián de los Reyes

Los feminismos aprecian críticamente cómo estas situaciones afectan a todas las vidas en su conjunto y, especialmente, a los cuerpos feminizados y racializados para la adjudicación del cuidado, hecho gratuitamente en nombre del amor abnegado y cómplice con la alianza del patriarcado y el capitalismo. Esa complicidad escandalosa que desvirtúa la trama del amor, negándoselo a unas vidas y entregándoselo incondicionalmente a otras con intenciones genocidas o feminicidas; banalizando la violencia y la muerte en terribles fronteras y subestimando el poder de los trabajos socialmente necesarios con su precarización extrema. Andaremos acuerpades por los caminos de la economía del sostenimiento de la vida para colapsar esta autopista biocida.