Imagen de portada: presentación de la campaña de Albiol (PP) a las elecciones municipales 2023
Activista feminista, técnica de igualdad y miembro de Guanyem Badalona y de AKAFEM
Últimamente vivimos con preocupación cómo la ola reaccionaria no sólo ha impregnado el sentido común, sinó que está accediendo a gobiernos de países, autonomías y ayuntamientos. En Badalona, desgraciadamente, tenemos un poco de experiencia en ello, que voy a intentar resumir, sin pretender un análisis político ni un artículo periodístico. Más bien, alguna reflexiones desde la experiencia de una activista social, feminista y municipalista.
La extrema derecha obtuvo, el 28 de mayo de 2023, una mayoría absoluta de récord en el municipio de Badalona. El grupo municipal del Partido Popular, liderado por Xavier García Albiol, tiene 18 concejales de 27, el doble que la suma de todos los partidos en la oposición. Más allá del titular, conviene recordar que han sido la primera fuerza más votada en las últimas cuatro elecciones municipales en Badalona y ha sido alcalde seis de los últimos diez años.
Cada vez que tenemos ocasión, solemos explicar que Badalona es el experimento político de extrema derecha más exitoso en Catalunya. Gestado a lo largo de los años, a través de la figura de Albiol, quien es concejal del ayuntamiento desde 1991. Según Enric Juliana, en 2006 el PP dió permiso para experimentar con un discurso claramente “lepenista” y parece que le funcionó. Posteriormente, estableció contacto con Iván Redondo, quien años después asesoraría a Pedro Sánchez.
El periodista y ex-concejal de Badalona Oriol Lladó, describe la fórmula de Albiol basada en la campaña permanente, la flexibilidad ideológica, el uso interesado de la marca PP, una política comunicativa agresiva y surtida de polémicas, la búsqueda de la conexión emocional, especialmente con los miedos de la ciudadanía y la falta de escrúpulos. Cada polémica exitosa, le permitía el acceso a medios de comunicación y aumentaba su notoriedad, dentro y fuera de la ciudad. Parece que se siente cómodo en la política-espectáculo, enfocado a conseguir titulares, minutos en medios de comunicación, y viralizar sus mensajes en las redes sociales. La última polémica, con dosis de populismo y machismo, ha sido la pugna por ver qué alcalde “lo tiene más grande” (el árbol de Navidad), desgraciadamente, tanta luz ha eclipsado los feminicidios o la violencia vicaria a las puertas del 25N. Cabría reflexionar sobre el papel que juegan los medios de comunicación, los algoritmos de las redes sociales, a qué prestamos atención o qué es susceptible de volverse viral, pero eso daría para otro artículo.
Esta fórmula, que podemos identificar en muchos otros candidatos de extrema derecha, no explica por sí sóla la apabullante mayoría absoluta del 28 de mayo. La debilidad histórica del PSC local, inmerso en una guerra interna; la inestabilidad política de los últimos años, con la sucesión de seis gobiernos en ocho años, y la imposibilidad de gestar una alternativa transformadora creíble y duradera, acabó desencadenando el descontento, el hastío de la ciudadanía y la demanda de un gobierno con la suficiente mayoría para sacar a la ciudad de la parálisis, allanando el camino a la propuesta de la extrema derecha.
Badalona se estrenó en democracia con una alcaldía del PSUC, a la que siguieron años de gobiernos socialistas, como en la mayoría del área metropolitana de Barcelona. Fue, junto a otras ciudades del río Besós, el patio trasero de Barcelona durante la industrialización, y es una ciudad abandonada por todos los gobiernos metropolitanos, catalanes y españoles. Todavía conserva playas contaminadas por la industria, una autopista elevada que divide la ciudad en dos, concentra algunos de los barrios más densamente poblados de Europa, con altos índices de vulnerabilidad urbana y récord de desahucios diarios. A lo largo de los años, desgraciadamente se promovió una política clientelar que llegó incluso a obstaculizar la modernización de la administración local. Sumado a la falta de respuestas efectivas a los desafíos que supuso la crisis de 2008, allanaron el camino a la primera alcaldía del experimento político de extrema derecha en 2011.
Desgraciadamente, según nuestra experiencia, los discursos de extrema derecha han tenido una profunda incidencia en la convivencia ciudadana. El fomento de la desconfianza y la confrontación entre vecinos ha fragmentado la cohesión social, tensionando el tejido comunitario. La estigmatización de barrios y colectivos, se ha traducido en un aumento de la percepción de inseguridad, alimentada por la narrativa interesada y los bulos. Con el tiempo, la legitimación de los discursos desde cargos públicos, amplificada por un contexto de ola reaccionaria, se traduce, según los últimos datos, en un aumento de los delitos de odio hacia colectivos diversos (migrante, LGTBI, catalanista, etc.) y, por supuesto hacia las mujeres. Lo que en un inicio generaba estupefacción o rechazo, se naturaliza, y se instala un sentido común liberal, conservador, individualista, machista y racista, que permea y permea más capas de la población, contribuyendo a la polarización, hasta producirse una derechización de sectores progresistas, que afecta no sólo a sus discursos, sinó también a sus políticas. Se desplaza la “ventana de Overton”.
Albiol ha gobernado seis de los últimos diez años, y la repercusión en las políticas públicas locales también es profunda. Cuando la derecha y la extrema derecha alcanzan el poder, por muy sorprendente que parezca, implementan políticas de derechas y de extrema derecha. Lo hacen desacomplejadamente y acompañado de una hábil campaña mediática que distrae la atención ciudadana. Algunos ejemplos incluyen la creación de una unidad antidisturbios en la guardia urbana, sin competencias claras, utilizada, entre otras, para la represión política hacia movimientos sociales e independentistas. Privatizaciones, debilitamiento y externalización de servicios públicos. Creación de una concejalía antiocupación, cuando las políticas de vivienda son inexistentes. Dificultades en la tramitación administrativa para personas de origen migrante, persecución a comercios regentados por esta comunidad, actualmente judicializado, la retirada de ayudas europeas para la contratación de personas migrantes o la pausa, cuando no, el desmantelamiento de las políticas de igualdad de gènero, reflejan la pérdida de derechos y una agenda de extrema derecha.
La reacción contundente a su primer gobierno, se produjo más en la calle y la ciudadanía, que en las fuerzas progresistas con representación en el pleno. En 2015, en un contexto de intensa movilización social, Guanyem Badalona emergió como una alternativa. Fue la segunda fuerza más votada, logrando la alcaldía y frenando el avance de la extrema derecha. La gran presión ciudadana hizo posible el “cordón sanitario”. Una candidatura municipalista, surgida unos meses antes como resultado de un proceso de confluencia, encabezó el gobierno de coalición más transformador de los últimos años y, me atrevo a decir, el último gobierno que ha generado ilusión en Badalona. Una alcaldía, liderada por Dolors Sabater, enmarcada en las «Ciudades del Cambio» que apostaba abiertamente por la república catalana. Caracterizado por nuevas políticas y nuevas formas de hacer política, representó una esperanza para muchas. Por poner un solo ejemplo, fue la primera vez que implementar un Plan Estratégico Feminista entraba en la agenda política. Sin embargo, la reacción del establishment no se hizo esperar, y tres años más tarde PP-PSC presentaron una moción de censura. Molestaba demasiado, y a demasiados. Más allá de los aciertos, errores, frustraciones y desencantos de aquel gobierno liderado por Guanyem Badalona, en los siguientes ciclos electorales, hemos observado una evidente voluntad de expulsar a la gente común de las instituciones, y una clara intención de desmerecer y borrar los avances en políticas transformadoras.
A pesar de los intentos de los últimos años por reconstruir un gobierno progresista, con mayoría y liderazgos fuertes con capacidad de realizar unas políticas públicas transformadoras, da la sensación que ha podido más el contexto de trinchera, los intereses partidistas, los personalismos o los cálculos electorales. Los sucesivos gobiernos en minoría liderados por el PSC se mostraron incapaces de hacer frente al cúmulo de retos que la ciudad acumula, e incluso optaron por imitar la fórmula de campaña electoral permanente que le funcionaba a la extrema derecha, o por copiar algunos discursos o propuestas políticas, generando progresivamente mayor desesperación entre la ciudadanía, una pérdida de ilusión y horizonte de transformación, y allanando el terreno que llevaría de nuevo a la extrema derecha al poder en 2023, en un contexto de ola reaccionaria.
Dice Ken Loach que la esperanza es una cuestión política, y que cuando la gente la pierde, vota al fascismo. La combinación de una fórmula política astuta y una ciudad desilusionada ha allanado el camino para el éxito del experimento de extrema derecha que, a pesar de los intentos de cambio, persiste en Badalona. Previsiblemente, la afectación en las políticas públicas ahondará todavía más en una ciudad que lleva demasiado tiempo a la cola en ámbitos como el buen gobierno, las políticas de igualdad de género, de prevención y abordaje de las violencias machistas, las políticas de diversidad sexual y afectiva, también políticas ecologistas y de adaptación al cambio climático, por señalar algunas. De nuevo, la población que más sufrirá sus consecuencias son precisamente aquellos sectores más vulnerables, precarizados e invisibles.
Es momento de cuidarnos, reflexionar, mantener lazos y tejer nuevas alianzas. Soy consciente que el contexto no acompaña, no sólo por la creciente ola reaccionaria en respuesta, en parte, al ciclo de mobilización feminista, social, municipalista e independentista, sino también por el agotamiento que vemos en los movimientos sociales, la fragmentación en el propio movimiento feminista o los impactos de la pandemia de la covid-19 en los diversos espacios participativos y comunitarios. Sin embargo, de este ciclo político que parece que se cierra hemos aprendido que poseemos la capacidad de organizarnos, generar alternativas y discursos capaces de disputar la hegemonía cultural, construir alianzas y lazos comunitarios en aras de un bien común, innovar en políticas transformadoras y avanzar en la consecución de un mundo socialmente más justo, más democrático y que sitúe la vida en el centro.